Rev Cuid. 2024; 15(1): e3199

http://dx.doi.org/10.15649/cuidarte.3199

EDITORIAL

Olas de calor en el Caribe colombiano: ¿un problema de salud pública?

Heat waves in the Colombian Caribbean: A public health problem?

Ondas de calor no Caribe colombiano: um problema de saúde pública?

Facultad de Ciencias de la Salud, Universidad del Magdalena, Santa Marta, Colombia. Email: operez@unimagdalena.edu.co Oskarly Pérez-Anaya
Facultad de Ciencias de la Salud, Universidad del Magdalena, Santa Marta, Colombia. Email: jwilches@unimagdalena.edu.co Autor de Correspondencia Jorge Homero Wilches-Visbal
Facultad de Ciencias de la Salud, Universidad del Magdalena, Santa Marta, Colombia. Email: lalvarezm@unimagdalena.edu.co Lídice Álvarez-Miño

Highlights


 

Como citar este artículo: Pérez-Anaya Oskarly, Wilches-Visbal Jorge Homero, Álvarez-Miño Lídice. Olas de calor en el Caribe colombiano: ¿un problema de salud pública? Revista Cuidarte. 2023;15(1):e3199. http://dx.doi.org/10.15649/cuidarte.3199

Recibido:31 de mayo de 2023
Aceptado:
18 de septiembre de 2023
Publicado:
19 de diciembre de 2023

CreativeCommons 

E-ISSN: 2346-3414


Una creencia popular plantea que, si se sumerge una rana en un recipiente y esta se pone a calentar gradualmente, intentará adaptarse hasta morir; probablemente cada vez las poblaciones humanas se están enfrentando a esta situación, que como lo mencionan miles de científicos, académicos e investigadores a lo largo del planeta, el calentamiento de este se relaciona directamente con el cambio climático.

La actividad humana ha causado grandes impactos a lo largo de la historia que han afectado el ambiente, los ecosistemas, la diversidad animal y vegetal, que existen mucho antes de la aparición del primer Homo sapiens1. Uno de los fenómenos que se le atribuyen como resultado de esta actividad es el cambio climático antropogénico. Según la Organización de Naciones Unidas2, el cambio climático se define como una variación climática, generada directa o indirectamente por la actividad humana, que tiende a modificar la constitución de la atmosfera terrestre. En ese sentido, es un fenómeno que ocurre globalmente y su principal síntoma es el incremento de la temperatura, derivado del atrapamiento de los rayos solares en la capa densa de gases de efecto invernadero. Esta capa se compone, principalmente, por dióxido de carbono, metano y óxido nitroso, ocasionando finalmente el calentamiento de todas las capas la atmósfera en general, incluyendo la troposfera3. Actualmente se calcula que la temperatura promedio del planeta tendrá un aumento de alrededor de 3,2°C durante este siglo impactando fuertemente la salud humana4.

La Organización Mundial de la Salud ha alertado que anualmente mueren alrededor de 150.000 personas en el mundo como consecuencia del cambio climático; de acuerdo con sus pronósticos, entre el 2030 y 2050, causará durante cada año más de 250.000 muertes, relacionadas con malnutrición, diarrea, paludismo y olas de calor1,5. Para comprender mejor la relación entre cambio climático y salud humana se han clasificado los impactos en tres grupos: (1) la escasez de agua y producción de alimentos, que lleva a alteración de los sistemas de producción de agropecuaria, conflictos, etc.; (2) impactos directos sobre la salud y bienestar como desplazamiento, mortalidad por diversas causas prevenibles, problemas de salud mental, aumento de enfermedades infecciosas, etc.; y (3) impactos sobre las ciudades como inundaciones, tormentas, daños a infraestructuras económicas claves, etc6.

Uno de los eventos atribuibles al cambio climático son las olas de calor, que en las últimas décadas han incrementado su frecuencia e intensidad. Aunque no existe un consenso sobre la definición de “ola de calor”, lo que sí es cierto es que algunos de los conceptos varían por regiones y países, dado que este es un fenómeno que se expresa temporalmente en un territorio concreto. Por ejemplo, en algunas zonas de los Estados Unidos se considera ola de calor cuando se registra una temperatura de por lo menos 26,7 °C durante al menos 48 horas consecutivas; en Australia, por su parte, cuando la temperatura máxima diaria supera los 35 °C durante un período de 3 o más días consecutivos; en Sudáfrica, si los valores de temperatura máxima diaria superaron el percentil 90 durante al menos 3 días consecutivos7.

Para Colombia, el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM) lo ha definido desde como la secuencia o racha de varios días consecutivos en los cuales se han mantenido temperaturas máximas por encima de ciertos límites críticos, determinados como los valores correspondientes al tercil superior de la serie histórica8. Se reconoce entonces que la definición de ola de calor se determina territorialmente estableciendo el rango normal de temperatura diaria según el promedio histórico, para identificar aquellos momentos en los cuales se supera ese rango crítico por un periodo específico, que puede ser mínimo de dos días seguidos.

Con esto, cabe preguntarse si a nivel local, se ha pasado a vivir en constantes olas de calor. Según los reportes históricos de organismos gubernamentales de la región9, las olas de calor suelen presentarse en el periodo comprendido entre abril y agosto, con pico de frecuencia en mayo. Ahora bien, ¿la evidencia científica corrobora esta percepción? Para responder la pregunta se analizarán tres variables: temperatura media del aire, nivel de confortabilidad y velocidad media del viento, en la ciudad de Santa Marta. Los datos de las variables se extrajeron del IDEAM y el portal web especializado en temas metereológicos WeatherSpark (https://es.weatherspark.com/).

De acuerdo con los datos térmicos recientes de Santa Marta (2015 – 2023), la temperatura media anual se ubica en 27,9 °C (DE = 0,67), con mínima media anual de 25,5 °C (DE = 1,1) y máxima media anual de 31,0 °C (DE = 0,0). Mayo y junio presentan las temperaturas mínima (27 °C) y media (29°C) más altas del año10. Los meses con el mayor periodo de duración diaria de temperaturas muy calientes es mayo – junio con 7 a 8 h a más de 29 °C y que transcurre entre las 12 pm y las 7 pm (Figura 1).

 

 

Aunado a esto, el nivel de confortabilidad térmica reportado por WeatherSpark10, en mayo y junio, se ubica en “insoportable” en el 50 – 70 % de las horas del día (Figura 2).

 

 

De esta manera se podría afirmar que, en cerca del 60 % de los días de mayo y junio, el índice de calor (IC) varía de 34 °C (T = 29 °C y Pr = 24 °C) a 42 °C (T = 35 °C y Pr = 24 °C)11. La clasificación correspondiente es de precaución extrema (32 – 38 °C) y peligroso (39 – 51 °C), respectivamente. En esta situación es posible que se generen calambres o agotamiento por calor debido a exposición o actividad física prolongada12.

En 2022, el IDEAM reportó 26 días (12 en mayo; 14 en junio) con temperaturas máximas entre 34 °C y 37 °C, superiores a la temperatura media máxima multianual (33 °C); gran parte de estas temperaturas ocurrieron en la primera y tercera semana de cada mes13, lo cual, en efecto, supera los umbrales para ola de calor expuestos anteriormente. La máxima temperatura registrada (37 °C) se dio en la primera semana de mayo13. Asumiendo que los datos históricos de humedad relativa del IDEAM para dicho periodo14 no cambiaron significativamente para 2022, el IC en los 26 días se ubica por encima de 46 °C11. En todo caso, este IC está, incluso, por encima del límite de golpe de calor o muerte por hipertermia15. Ante este tipo de evento climático autores como Chesini et al16 exponen que el foco de atención por parte de las autoridades competentes (municipales, departamentales y nacional) deben ser los adultos mayores, niños, enfermos crónicos y las personas que trabajan en ambientes expuestos a olas de calor. Aunado a lo anterior, diversos estudios plantean que esto puede ocasionar incremento en las hospitalizaciones, mortalidad, riesgo relativo en enfermedades cardiovasculares, cerebrovasculares, respiratorias y renales. Es necesario precisar, que se ha descubierto evidencia fisiológica de la relación entre elevadas temperaturas con el incremento de la presión arterial, aumento de la viscosidad de la sangre y de la frecuencia cardiaca.

Adicionalmente, Salazar-Ceballos y Álvarez-Miño17, proponen que es conveniente un desarrollo en conjunto con el medio ambiente, dándole prioridad a los espacios verdes, en donde se pueda llevar a cabo actividad física, por lo que la planeación en infraestructura y promoción en salud debe ser uno de los pilares de las urbes, con el propósito disminuir las islas de calor urbano. Asimismo, los autores de este escrito recomiendan, la declaratoria de Alerta amarilla en los principales municipios afectados, así como la adopción de recomendaciones relacionadas con: zonas de hidratación, modificación de horarios laborales (entre las 10 y 15 horas), restricción de actividad física en esa misma franja horaria, mantenimiento en la ventilación en vehículos de transporte público, brigadas de emergencia de las entidades prestadoras de servicio eléctrico, financiación parcial de facturas eléctricas y tiempos de esperas de al menos cinco minutos para el ingreso a recintos cerrados donde se mantengan encendidos los aires acondicionados, con la intención de evitar posibles enfermedades respiratorias que puedan colapsar el sistema de salud o, en el peor de los casos, terminar en fatalidad.

Conflicto de interés: Los autores refieren no tener conflicto de interés en ningún aspecto para la publicación del artículo.

Financiación: No se cuenta con financiación.

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